lunes, 7 de julio de 2014

Cuerpo social, cuerpos sexuales

Si la crisis no es sólo política y económica,  sino una crisis de los modos de subjetivación, el estallido del orden ha de implotar la propia sujeción del sujeto que lo soporta y garante.
(Néstor Perlongher)




Por Rosa D'Alesio*

Represión, familia heterosexual

“No soy como vos. Esa empatía que clamás tener es una mentira, porque sos nada más que la policía moral de la sociedad, con el deber de borrar mi obscenidad de la superficie de la tierra para que la burguesía no se sienta enferma. Soy una ninfómana, amo mi concha y mi sucia, obscena, lujuria”.(1)

Si nos propusiéramos  hablar de la historia de la sexualidad deberíamos comenzar repasando la represión y la opresión a las que ésta fue sometida durante siglos. Así quedaría demostrado que no sólo bajo el capitalismo la sexualidad está atravesada por las relaciones sociales dominantes (2). Pero sería injusto, a su vez, hacer ese repaso sin incluir las distintas épocas en las que la sexualidad gozó de mayores libertades,  alejada  de lo moral y lo normal que hoy nos acosa cotidianamente. Pero este artículo no se propone historizar la sexualidad. Sólo me propongo trazar algunos de los elementos de por qué y para qué se reglamenta la sexualidad y el control de los cuerpos en la época del capitalismo. Sosteniendo desde el comienzo que la historia de la sexualidad no es sólo la historia de su represión, sino que también es la historia de la lucha contra las normas represivas que intentaron y siguen intentando sofocarla.



Hacia fines del siglo XVIII comenzó a conceptualizarse la sexualidad. El concepto de sexualidad es esencialmente burgués y surge para definir a la aristocracia decadente y la inmoralidad de las clases desposeídas en el transcurso de los siglos XVIII y XIX. En 1892 aparece por primera vez, en una revista de medicina, la palabra heterosexualidad que definía “la atracción sexual patológica por ambos sexos”. Y recién en 1934, la palabra cobra el sentido que le damos en la actualidad: atracción sexual por alguien del sexo opuesto; o sexualidad normal.  Mientras que el término homosexual fue empleado por primera vez en 1869,  aunque recién en 1886  fue el libro Psychopathia Sexualis de Richard Freiherr von Krafft-Ebing (3) el que popularizó el concepto. Entonces la homosexualidad era condenada a ser pensada como un trastorno psicosexual. Es decir que en el siglo XIX surge el homosexual como un sujeto particular.


Según Jhon D’Emilio son las nuevas condiciones materiales dentro del capitalismo, el trabajo asalariado y la producción de mercancías, las que crearon las condiciones sociales para liberar a la familia de la producción doméstica (como sucedía en la época feudal) y desligar la sexualidad del ‘imperativo’ de procrear, permitiendo la emergencia de una identidad gay y lésbica distintiva. Dice D’Emilio que “la expansión del capital y la difusión del trabajo asalariado han producido una enorme transformación en la estructura y funciones de la familia nuclear, la ideología de la vida familiar, y el significado de las relaciones heterosexuales. Son estos cambios en la familia los que están más directamente relacionados con el surgimiento de una vida colectiva gay”. Y esto mismo produce una contradicción con los intereses de este sistema socio-económico que necesita garantizar la reproducción constante de la mano de obra sometiendo a las mujeres a la tarea reproductiva (4).

Controlar los cuerpos (5) y la vida anímica de esa mano de obra es particularmente necesario en el capitalismo. La sexualidad reprimida sirvió para domesticar y reproducir un sujeto dócil de la nueva sociedad fordista (6). Durante toda su etapa de desarrollo el capitalismo ‘encausó’ la sexualidad sometiéndola a la reproducción de la fuerza de trabajo, encerrándola en la familia conyugal, heterosexual, monogámica y patriarcal. Sigmund Freud explica en “El malestar en la cultura” que la cultura, la sociedad, se establece sobre la base de las represiones de las pulsiones sexuales. El ‘padre del psicoanálisis’ denunció este orden impuesto pero no dejó de apoyarlo. A esto podemos agregar que la familia (7) participa en el orden burgués, al ser ella misma la que castiga a los ‘desviados’, propiciando un orden social conservador que ayuda a perpetuar, de una generación a otra, una moral capaz de reprimir el deseo sexual. El amor heterosexual será el ideal social que se intenta imponer, edificando un sistema de represión que condene la sexualidad no reproductiva.

La heterosexualidad pasa así a ser lo normal, lo universal y lo natural. En contraposición, la homosexualidad es lo otro, lo enfermo, lo anormal, lo particular, lo que se empuja al encierro, a la exclusión, a la invisibilización. Acompañando esta necesidad del capitalismo, se imponen leyes punitivas contra las diversidades sexuales, en particular homosexuales y transexuales, así como se reprime la sexualidad femenina no reproductiva,  prohibiendo hasta el derecho a decidir sobre  el propio cuerpo ilegalizando y criminalizando, por ejemplo, el aborto. Las instituciones religiosas, educativas, médicas y psiquiátricas refuerzan el ideal heterosexual, condenando sistemáticamente cualquier otra forma de sexualidad. La jurisprudencia homofóbica deja sin derechos, criminaliza, patologiza y hasta permite intervenir quirúrgicamente a las personas que nacen con órganos genitales que no pueden ser distinguidos como masculinos o femeninos (intersex).

Ahora bien, ¿cómo lograron transformarse en norma social el sexo reproductivo y las relaciones afectivas entre personas de distinto sexo? Rosa Luxemburgo decía que “ninguna ley obliga al proletariado a someterse al yugo del capitalismo. La pobreza, la carencia de medios de producción, obliga al proletariado a someterse al capital”. Este es otro ángulo desde donde problematizar la hipótesis de Jhon D’Emilio. Ya que son estas mismas relaciones sociales de producción capitalistas, que condenan a la mayoría al reino de la necesidad, las que también condicionan la vida anímica. Porque estas relaciones sociales atraviesan, de un modo u otro, los cuerpos pulsionales.

Los supuestos acerca de que la sexualidad estaría separada de la existencia material y pertenecería exclusivamente a lo privado (8), no hacen más que ubicar la sexualidad exclusivamente en el individuo separándolo de lo social y conduciéndolo a un determinismo psico-biológico.




Entrecruzamiento de los social y lo sexual

La sexualidad es producida por esas normas sociales, pero también es producida en oposición a éstas. Por un lado es atravesada por las condiciones sociales y la cultura que producen y reproducen, y que encarna la privación del cuerpo por los discursos ideológicos. Aunque no es ‘atrapada’ absoluta y definitivamente por esas normas sociales, éstas sí logran injuriar la sexualidad disidente y, por lo tanto, a las personas que la ejercen quedando su elección impugnada, desvalorizada. La convierten en lo ignominioso. Pero la sexualidad también encarna la lucha contra la opresión social.

La moral burguesa no hace más que producir hipocresías, ya que es el propio sistema capitalista el que produce sexualidades al margen de las normas y organiza el comercio sexual: prostíbulos, trata de mujeres, industria pornográfica y un largo etcétera (9). Se monta una industria de la sexualidad que otorga fabulosas ganancias. ¿Pero sólo porque le otorga fabulosas ganancias? Habría que pensar, además, si se aceptaría la opresión de la sexualidad si fuera resueltamente represiva, si no abriera al mismo tiempo lugares de fugas.

Esas fugas incorporadas al mundo simbólico y cultural, contribuyen a configurar una sociedad hipersexualizada, con múltiples ofertas sexuales, en la que se crea la ficción de una sociedad que permite la libertad sexual (10). ¿Pero cuánto de esa hipersexualización reprime y atenta contra el curso del deseo sexual?  ¿Cuáles son los mecanismos con los que se domestica el deseo y se lo somete? (11)


Si para cierto psicoanálisis el deseo es deseo de reconocimiento, ¿será otro de los motivos de porqué se acepta la sexualidad normativa? Además de los mecanismos de controles económicos y morales que se mencionan más arriba, ¿cuáles son los castigos y recompensas que encausan la vida erótica de las personas? ¿El erotismo pasa más por ser deseado que desear?

Para pensar esto ¿cuál es el cruce que hay que hacer entre lo singular del deseo y las relaciones sociales? ¿Qué grado de enajenación tiene que haber para que se renuncie al deseo y ceder ante la exigencia moral y social de la sexualidad normativa?

Preguntas que sólo buscan escapar de cualquier determinismo, esencialismo y todo tipo de generalizaciones.
Porque todo este entramado de represiones sociales, morales, políticas, no logra ejercer un control social absoluto, porque existen luchas que enfrentan las normas puritanas y oprobiosas, la patologización (12) y la criminalización de toda expresión que busca satisfacer los placeres sexuales.

Porque así cómo podríamos historizar todas las imposiciones morales y jurídicas contra toda expresión no hetero, también, y simultáneamente, podríamos hablar de todas las resistencias tanto individuales como de movimientos y organizaciones que surgieron y surgen contra ese orden social.

Didier Eribon en Reflexiones sobre la cuestión gay, cuenta que después de las guerras muchos soldados no volvían a sus casas para ‘ejercer su derecho sexual’ (13). Muchas de las resistencias individuales son en condiciones muy desventajosas por eso es interesante pensar cómo alguien, en la mayor soledad, se arriesga a defender su derecho a ejercer cierto grado de autonomía, a riesgo de ser agredido física o psicológicamente.

Pero también porque considero que desde acá se puede pensar la sexualidad, la identidad de género, la elección, la prostitución. Si por sexualidad no entendemos ‘con quién se coge’, o ‘cómo se coge’.

Sexualidad

Pero el capitalismo se vale de sofisticados mecanismos de coerción, que  a través de distintas instituciones del Estado promueve la norma heterosexual, patriarcal y monogámica. La Iglesia es la encargada de dar soporte moral a la familia, descargando las ideologías más infames sobre éstas. Se educa con estas significaciones familiares: heterosexualidad, monogamia y patriarcado; para culpabilizar a todos los que transgredan las normas.

Pero la ciencia también ha contribuido a reforzar las ideas oscurantistas. Médicos, psiquiatras y psicoanalistas han promovido la heterosexualidad estable y reproductiva. Sigmund Freud ha sido uno de los artífices de prescribir de qué modo debía gozar el cuerpo. Sobre el cuerpo femenino sostuvo que el clítoris era un órgano inacabado, como un vestigio del pene, y que las mujeres debían aprender a obtener el placer sexual a través del coito vaginal, ya que el placer mediante el clítoris lo consideraba como expresión de inmadurez. Freud aseguraba que la mujer debía realizar un trasvase erótico del clítoris a la vagina para conseguir dicha madurez sexual. Pero además Freud y el psicoanálisis aportaron un arma fuerte a la ideología capitalista. El complejo de Edipo, al que han erigido como constitutivo de la novela familiar, por lo tanto todo lo que no circule dentro del ordenamiento edípico se patologiza (14). Los psicoanalistas que reproducen estas teorías se han convertido en buenos guardianes del orden heterosexual.

¿Se puede explicar la sexualidad?

Las definiciones sobre la sexualidad no han hecho más que injuriarla. La mayoría de las veces tiene por objetivo establecer normas y patologizar todo lo que se sale de ellas. Se clasifica para disciplinar. Pero también las definiciones sobre la sexualidad persiguen la ilusión de poder establecer pautas para explicar por dónde circula el erotismo o cómo se construye la sexualidad y la elección sexual.

Pero la sexualidad no se puede explicar, ni tampoco tiene ningún ‘valor de uso’ saber por qué alguien elige disfrutar su sexualidad de un modo u otro. No se puede explicar porque la sexualidad es anómala, polimorfa, no tiene norma. Lo único que la encausa son las normas sociales, la cultura, que logran (en algunos casos) encorsetar la expresión sexual. Por eso cuando alguien “sale del placard” no dice soy gay por naturaleza, sino que sale a naturalizar su construcción. La sexualidad se va construyendo en el andar de alguien. La sexualidad va en busca de la construcción de la sexualidad. Es una paradoja, ya que justamente por ser una construcción la sexualidad es un síntoma (15). La sexualidad trae problemas: por qué se coge, por qué no se coge, por qué se coge ‘bien o mal’, por qué se coge con un tipo o con una mina, o con dos o con muchos, por qué te penetran, por qué penetrás y por qué, si podés o no, apropiarte del infinito cuerpo erótico. Es un síntoma porque la cultura, la capitalista, intenta imponer normas, aunque fracase porque hay un montón de lugares de fuga por los que se logra escapar. Pero también se construye. Porque nadie es esencialmente gay, hetero, bisexual (16). Se intenta que haya un universal, pero ese universal no es totalizante. Por eso existen las múltiples formas de expresión sexual, hoy representadas en el amplio colectivo LGTTBIQ. Mientras que los defensores de las diferencias sexuales-genitales niegan que la sexualidad circule por otros canales. Por el contrario, las transexualidades vienen a cuestionar las normas sexuales y los cuerpos biológicos. Desafían y desmienten el orden biológico (17). Muestra, justamente, de que no depende de lo biológico, genital y que ni siquiera la represión logra someter en su totalidad las pulsiones. Pero también la sexualidad existe a través de sus formas sociales y su organización social, de las estructuras fálicas de la opresión política y social que moldea el erotismo, intentando reducir la sexualidad a lo estrictamente genital con pretensión de dominar la libido ‘castrando’, por ejemplo, la zona anal. Con las normas morales represivas no sólo se moldean ideologías. También se moldean los cuerpos. Y si bien  el sexo no tiene género ni identidad, esto no le resta legitimidad al derecho de las personas que se referencian en los colectivos LGTTBIQ a defender y luchar por su identidad. Que mucho más que una identidad sexual es por sobre todo una identidad social que está injuriada y por lo tanto discriminada y violentada, excluida del mercado laboral, perseguida por las fuerzas represivas y segregadas socialmente.




A modo de conclusión

Lenin sostenía en ¿Qué Hacer? que un marxista debe ser “...arbitrariedad de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sector o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un cuadro único de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el hecho más pequeño para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia histórica universal de la lucha emancipadora del proletariado.” 

Escribo sobre la opresión y la represión sexual pensando cómo muchas personas han resistido, han salido, se han fugado de ellas, con todas las dificultades y riesgos que esto conlleva. Y cómo esas múltiples formas de opresión y represión, desde leyes y códigos penales hasta manuales diagnósticos han generado, a la vez, miles de formas de resistencia.

Me interesa continuar pensando cómo las clases dominantes no logran imponer, estabilizar ni naturalizar esas leyes morales (incluso en países donde la homosexualidad está prohibida) aunque sean dominantes y aceptadas por la mayoría.  O cómo las leyes represivas provocan la movilización hacia otros lugares que no son modelo. Y qué efectos producen en el cuerpo social y sexual los procesos en los que se promulgan leyes que amplían derechos, mientras permanece intacta la norma heterosexual, monogámica y patriarcal.

Pero también porque milito en un partido que considera que no se trata tan sólo de ser solidarios con los oprimidos y las minorías sociales, sino que comprendemos que los prejuicios y la discriminación que reproduce los valores morales de la sociedad burguesa sirven para dividir y disciplinar al conjunto de los explotados y oprimidos, intentando impedir que puedan dar una lucha común contra los mismos explotadores y opresores.

Porque comprendemos que la raíz de la homofobia se encuentra en el orden social capitalista, es que consideramos que la pelea contra las injurias sexuales es también para enfrentar y debilitar a las clases dominantes, junto a la Iglesia (y otras instituciones religiosas igualmente reaccionarias) y todo su aparato represivo. Las demandas de los sojuzgados no son una mera reivindicación, sino que nos impulsan a organizarnos desde y junto a los sectores más vulnerables: inmigrantes, jóvenes precarizados, mujeres, personas marginadas por su elección sexual, para pelear contra todo tipo de opresión y discriminación. Peleas que fortalecen y potencian la lucha que deben dar los trabajadores y los sectores populares. Organizarnos para combatir contra todo tipo de oprobios nos permite unir las filas obreras con la perspectiva de socavar los cimientos de este sistema social que propicia los actos de discriminación. Porque tampoco tendremos posibilidades de ejercer nuestro derecho a una libertad sexual, si dejamos intacto las estructuras sociales de dominación capitalista. Mientras tanto seguiremos peleando y ejerciendo nuestro derecho a disfrutar de los más amplios placeres sexuales.

E intentando, como propuso Oscar Wilde a las personas gays, “hacer de la vida una obra de arte” (18).


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Notas

(1) Es lo que le reprocha la protagonista de Nymphomaniac, película del director danés Lars von Trier, a su psicoanalista.

(2) Por ejemplo en la Atenas clásica un pequeño grupo compuestos por ciudadanos masculinos tenía el monopolio del poder social y constituía una elite dentro de la vida política y social del estado. La sexualidad, lejos de ser independientes de las políticas estaba constituida por los mismos principios sobre los cuales la vida pública ateniense estaba organizada. Por lo tanto, no se puede describir la sexualidad como si fuera algo neutral, por fuera de esas organizaciones sociales y políticas que se establece en cada época determinada. La sexualidad  es parte de la organización social.

(3) Psiquiatra alemán, autor del Psychopathia Sexualis, primer libro dedicado enteramente a las perversiones sexuales, donde incluye la homosexualidad. Michel Foucault atribuye a Westphal la conceptualización de homosexual, quién publicó en 1870 "Sentimiento Sexual Contrario", escritos médicos que describe como un trastorno psiquiátrico a lo que clasificara como homosexualidad.

(4) Silvia Federici en su investigación sobre las mujeres en la transición del feudalismo al capitalismo demuestra que para lograr dominar los cuerpos de las mujeres se cometió uno de los mayores genocidios de la historia: la caza de brujas (1550-1650). Esto quebró el control que las mujeres habían ejercido sobre su función reproductiva y convirtieron los cuerpos de las mujeres en productoras reproductoras de la mercancía capitalista más esencial: la fuerza de trabajo. Y agrega que el poder que le han impuesto a los hombres sobre las mujeres en virtud del acceso al trabajo asalariado contribuyen a la acumulación capitalista, y paga el precio de la autoalienación y la “desacumulación originaria”.  (Calibán y la bruja, Tinta Limón, Buenos Aires, 2004)
(5)Jorge Salessi investiga los discurso de intelectuales y  los planteos científicos de fines del siglo XIX, entre ellos los de Ramos Mejía, Esteban Echeverría, José Ingenieros; que pensaban la Nación como una metáfora del cuerpo que querían sanar imponiendo un código higiénico que trataba de curar de todo fenómeno que se considera enfermo; desde la fiebre amarilla hasta la homosexualidad. “En el discurso literario y de las nuevas ciencias psicológicas y sociales, distintas construcciones y formas de la representación de las desviaciones sexuales sirvieron a distintos propósitos. En primer lugar fueron utilizadas para tratar de controlar, estigmatizar y criminalizar una visible y compleja cultura de homosexuales y travestis extendida en todas las clases sociales del Buenos Aires del período”. (Médicos, maleantes y maricas, Beatriz Viterbo, Buenos Aires, 2000, pág. 179)

(6) Antonio Gramsci, “Americanismo y fordismo”

(7) Una de las instituciones fundamentales del capitalismo es la familia monogámica, heterosexual y patriarcal, porque bajo este sistema se constituye como un reaseguro de la herencia de los poseedores de los medios de producción a sus descendientes consanguíneas, mientras que entre los desposeídos de esos medios de producción  la familia cumple la función social de reproducir la fuerza de trabajo. Y a través del trabajo domestico no remunerado, exime a los capitalistas de los costos de la reproducción de la mano de obra. Para esto imponen la división sexual del trabajo que somete el trabajo femenino a la función reproductiva de la reproducción de la fuerza de trabajo.

(8) El sexo es un hecho natural que expresa el cuerpo. La sexualidad, por el contrario, está atravesada por las relaciones sociales, los discursos ideológicos, políticos y culturales.

(9) Pecados&capitales, Andrea D’Atri, Ideas de Izquierda N°7

(10) Mientras que la homosexualidad sigue siendo delito en muchos países, aunque su número haya disminuido considerablemente en los últimos años. Según Amnistía Internacional en 2007 existían más de 70 países cuyas legislaciones contemplaban penas por la homosexualidad. La pena de muerte por tener relaciones homosexuales o por sodomía existe en países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos,  Irán, Mauritania, algunos estados del norte de Nigeria, Somalia, Sudán y Yemen. En países, donde a pesar  de no haber persecución estatal contra la homosexualidad las cifras de muertes pueden ser muy altas. En un informe presentado el 10 de mayo de 2007, la Organización Internacional del Trabajo ha señalado que las personas LGBT suelen ser discriminadas en el trabajo.

(11) El término deseo no lo empleo durante este trabajo como categoría lacaneana.

(12) En 1952 publicaron en la primera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA), donde incluyeron a la homosexualidad como una categoría de enfermedad mental. En la segunda versión de este manual  publicada en 1973, se eliminó la homosexualidad como categoría diagnóstica. Esto sucedió porque numerosas manifestaciones  de  la comunidad gay,  surgidas  en Estados Unidos a partir del año 1969, denunció que eran víctimas de la discriminación  por parte de APA. En el año 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS), excluyó la homosexualidad de la Clasificación Internacional de Enfermedades. Décadas más tardes,  en algunos países de occidente, se habrá de conquistar  derechos como el matrimonio igualitario y el derecho a la identidad de género.

(13) Didier Eribon, Reflexiones sobre la cuestión gay, Anagrama, Barcelona, 2001

(14) Ver revista Ancla Nº 1, sept. 2007: Psicoanálisis y psicopatología, ¿Género o sexuación?. Editada por la Cátedra de psicopatología de la UBA. Profesor Titular SCHEJTMAN, Fabián. Esta revista es una compilación de artículos teóricos y viñetas clínicas desde donde se psicopatologiza la sexualidad no normativa.

(15) Un síntoma, no una patología que debe ser tratada.

(16) Didier Eribon en Reflexiones sobre la cuestión gay permite pensar un poco sobre esto.

(17) Pero las personas trans han desafiado mucho más que el orden biológico. En Argentina, a partir de su lucha contra el artículo 71 del Código Contravencional del gobierno de la Alianza, mostraron los límites de las luchas por la identidad. Exigieron sus derechos al acceso al trabajo, educación, salud.

(18) Oscar Wilde expresaba de este modo la reivindicación a los actos y prácticas homosexuales. Pero también era una frase que a la vez que reivindica el amor viril, se defiende de los ataques de quienes consideraban que sus prácticas eran deshonestas.


El Asta Por Los Toros agradece a la compañera Rosa D'Alesio por su colaboración con este blog.


1 comentario:

  1. Es un articulo por completo interesante y subversivo, necesario para combatir la hipocresia moral burguesa.

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