miércoles, 29 de abril de 2015

El genocidio permanente

Silverio Méndez. Adriana Sarmiento Enríquez. Amirul Miah. Fabián Da Silva. Dionisia Barros. Jie Liang.  Michael Brown. Hadi Sibidé. Rami Aldura. Marita Verón. Daniel Solano. Ellas. Ellos. Cientos. Miles. Millones. Ahora mismo. Ayer. Y mañana.




¿No sentís cómo se te aplasta el cuerpo? ¿No se te enfría la espalda con el hilo de sangre que baja desde tu nuca? ¿No se te hinchan los ojos de impotencia al saberte encerrado, esclavizado? ¿No se te cansaron las piernas de tanto correr escapando de tu  tierra?

Y no. Nada de eso te pasa, muñeco. Porque para vos, cómo decirte, no es que todo eso no pasa, sino que estás convencido de que no es posible que no pase, de que es inevitable. Y naturalizás hasta tus propias náuseas. Esas también son inevitables, te decís, y no se puede hacer nada.

Pero mirá, leé con un poco de atención esto que fui encontrando en todo este tiempo, a ver qué te parece.


“Fueron los mineros del tercer turno los que quedaron atrapados a mil metros de la entrada cuando se produjo un derrumbe seguido de incendio en el centro de la mina de Yacimientos Carboníferos de Río Turbio (YCRT). Casi cincuenta lograron salir, en medio del fuego y el humo. 14 trabajadores murieron ahogados y quemados.” (Argentina, junio de 2004) 

“Por lo general las víctimas son mujeres jóvenes y adolescentes de entre 15 y 25 años, de escasos recursos y que han debido abandonar sus estudios secundarios para comenzar a trabajar a temprana edad. Antes de ser asesinadas, comúnmente suelen ser violadas y torturadas. El número de feminicidios en Ciudad Juárez, estado de Chihuahua, entre 1993 y 2014 se estima en más de 1.500.” (México, 2014)




“Al menos 1.127 personas murieron y otras 2.437 resultaron heridas. El edificio, que contenía fábricas de ropa, un banco y varias tiendas, se derrumbó durante la hora pico de la mañana.” (Bangladesh, abril de 2013)

“Cinco trabajadores yerbateros murieron y 18 resultaron heridos en Misiones al volcar el camión en el que eran trasladados. Fallaron los frenos del Ford 7000 que transportaba en su carrocería a 25 tareferos precarizados (entre ellos seis menores de 16 años) a trabajar en la cosecha de hojas de yerba mate.” (Argentina, junio de 2013)

“Un tren repleto de pasajeros (en su mayoría trabajadores que se dirigían a sus ocupaciones) se estrelló en la estación ferroviaria del barrio de Once. El saldo es de 51 muertos y cientos de heridos. La formación ingresó al andén a alta velocidad y sólo fue detenida por los hierros y el cemento que marcan el final de las vías.” (Argentina, febrero de 2012)




“600.000 trabajadores mueren cada año en el país, con paros cardíacos producidos en sus lugares de trabajo, a raíz del estrés y el agotamiento. La escalofriante cifra llevó a médicos de todo el mundo a investigar. Concluyeron en que todo se debe a las exigencias de mantener bajos costos de producción, lo que se traduce en más productividad y más horas de trabajo. China ya es la primera potencia económica, con salarios medios de 68 dólares.” (China, 2014)

“Desde la muerte de Michael Brown en Ferguson el 9 de agosto del año pasado, la cifra de hombres negros muertos por disparos de agentes blancos no ha dejado de crecer. 2014 fue el año del resurgir de la tensión racial en el país, con violentos enfrentamientos que evocaron los históricos disturbios de los años sesenta.” (Estados Unidos, abril de 2015 -antes de los hechos de Baltimore de hoy-)




“La crisis migratoria provocó el año pasado más de 3.200 muertos y se estima que al menos 1.600 personas han fallecido en lo que va de 2015 intentando cruzar el Mar Mediterráneo.” (África y Europa, abril de 2015)

“Cientos de niñas y niños palestinos son mano de obra barata en las colonias israelíes, donde son empleados a cambio de un ínfimo sueldo y en condiciones precarias para cultivar, cosechar y empaquetar productos agrícolas. Los principales importadores de productos agrícolas procedentes de las granjas israelíes son Europa y EEUU.”  (Medio Oriente, abril de 2015)

“En el mundo, alrededor de 21 millones de personas son víctimas de la trata bajo cualquiera de sus formas. Entre el 22% y el 50% son niños y niñas. La cifra exacta se ignora ya que la trata de niños generalmente se oculta, por lo que no se tienen datos confiables. Muchas de estas situaciones ocurren dentro de las grandes ciudades o zonas urbanas.” (Mundo, hoy)

Paro acá. Pero te juro que tengo más, tengo muchas más. Y ni siquiera contabilizo a los miles y miles de muertos tras tanto terremoto, tsunami e inundación; muertes que no se pueden pensar como naturales, sino como dato emblemático de la precariedad existente en nuestra vida cotidiana. Pero los dejé afuera para que ni se te ocurra apelar a las fatalidades de la vida o a las lecciones de nuestra madre tierra.

Ahora decime, después de tener todas esas noticias frente a tus narices, ¿no te pasa algo?




No espero que ahora me digas que sí sentís cómo se te aplasta el cuerpo, que sí se te enfría la espalda con el hilo de sangre que baja desde tu nuca, que sí se te hinchan los ojos de impotencia al saberte encerrado, esclavizado... Que sí se te cansaron las piernas de tanto correr escapando de tu tierra.

No espero nada de eso. Sólo quiero que lo tengas presente, que lo leas y memorices. Que sepas que a lo largo y ancho de este mundo, al ladito tuyo nomás pero también en un terreno baldío de Turín, nos están matando todos los días. A nosotros, que vamos y venimos siempre al servicio de ellos, que estamos a su disposición aún sabiendo que, como toda recompensa, nos espera nada más que una moneda insuficiente. Porque todavía seguimos creyendo que no nos queda otra.

"Pero... qué otra cosa podemos hacer, ¿no?", seguro te estás preguntando... "¿Qué podemos hacer?"... Y como cualquier respuesta certera va a implicar, inevitablemente, que tengas que mover tu esqueleto, que tengas que salir de tu sillita asegurada contra todo riesgo, preferís la profesía autocumplida. “¡Nada se puede hacer, mierda!” gritás. Y te vas.

Y ahí sí sentís que te aplastan el cuerpo, que te enfrían la espalda, que te hinchan los ojos y te cansan las piernas. Pero no son nuestros muertos, no son nuestros torturados y nuestros desaparecidos. No. Son tus propios fantasmas, muñeco. Son tus culpas carcomidas y acalladas por tu propia mierda egocéntrica y canalla. Son tus miedos interiores a que te la tengamos jurada y estemos a punto de atacarte en masa.

Porque, ¿sabés una cosa? Hay algo que sí es inevitable. Y es que vos nos tengas miedo. No podés evitar caer en el pozo donde la canallada, la demagogia y la culpa se revuelven a fuego lento dando paso al miedo pequeñoburgués a que Nosotros nos levantemos, nos juntemos y no nos podamos contener.




Igual, muñeco, la cosa no es con vos. Eso está claro. La cosa es con los que se benefician de nuestras miles de muertes cotidianas. La cosa es con los patrones, con sus guardias, con sus políticos socios, con sus gendarmes armados, con sus jueces forrados en riqueza, con sus animadores televisivos. Porque ellos son los verdaderos autores e intérpretes de este genocidio permanente, de esta lenta, brutal y descarnada matanza colectiva.

Pero como la cosa es con ellos, no podemos dejar de gritarte en la cara que sos una lacra útil, que unos cuantos como vos juntos a veces son tan o más peligrosos que un comando pertrechado de cualquier ejército imperialista. Que tu forma de pensar tan sin problemas, tan zafemos mientras podamos, es una verdadera célula cancerígena metida en nuestras entrañas.

Entendelo. Sin vos, muñeco, sin vos y los varios como vos, el patrón, sus guardias, sus políticos, sus gendarmes, sus jueces y sus animadores televisivos no podrían legitimar todos y cada uno de los episodios cotidianos que angrosan sin parar la lista genocida de este mundo.

¿El genocidio indígena, el genocidio armenio, el genocidio judío, el genocidio gitano, el genocidio argelino, el genocidio argentino? Fueron parte del mismo plan. Sólo que esos fueron momentos cúlmine, exageraciones necesarias que se vieron obligados a cometer para "evitar males mayores". "No se puede hacer un capitalismo sano y una sociedad limpia sin ajustar cuentas con los enfermos y sucios que no entienden la naturaleza de las cosas", dice el patrón y todos sus sirvientes aplauden y ríen. Fachos satisfechos.

Por eso, ¿sabés qué? Como no espero hacerte cambiar esas ideas malnacidas aunque sea te pido que hagamos un trato, para poder hablar al menos de la misma cosa. Ya es hora de ir hablando del genocidio permanente. De ese genocidio en cuotas que día a día pasa ante tus ojos pero ya ni registrás. Ese genocidio casi nunca coordinado pero tan bien ejecutado. Genocidio con muy pocas chances de ser cuantificado pero con muchas posibilidades de seguir batiendo records.

Qué ironía. Mientras escribo estas líneas recojo un nuevo recorte periodístico. 

“Dos niños de 7 y 10 años murieron al incendiarse un taller textil en el barrio porteño de Flores. Vecinos del edificio aseguraron que se trata de un taller textil clandestino, que trabaja para grandes marcas de ropa y hasta tiene custodia policial. Y agregaron que esa casa superpoblada tenía una de las puertas de acceso tapiada, y que allí viven varias personas con niños.” (Argentina, esta mañana)




Perdón. Me largué a explicarte todo esto pero faltó algo fundamental. ¿Sabés lo que es un genocidio?

Genocidio (Del gr. γένος, estirpe, y -cidio)- Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad. (Real Academia Española)

¿Te diste cuenta de una cosa? Entre los motivos que enumera, no aparecen los motivos económicos. Y claro, es que la RAE es socia de los genocidas. Es la que le pone los nombres necesarios a las cosas para que encajen en la explicación explotadora y opresora de la vida. Por eso la academia del Rey no considera que nuestras miles de muertes cotidianas aporten un motivo más a la definición correcta del término.

Redefinamos, muñeco. Genocidio: exterminio o eliminación de un grupo social por motivos de raza, de etnia, de religión, de política, de nacionalidad o económicos (este último tipo de genocidio es el más conocido, extendido y silenciado)...

Ahí está mejor. Es más justo.



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